sábado, 26 de enero de 2013

Odio el mar (José Martí)





Seguimos con nuestra pequeña sección de poesia comprometida. En esta ocasión traemos con nosotros a un coloso de la historia de Cuba, a José Martí. Este hombre, formidable revolucionario e inspirador de la lucha del movimiento 26 de Julio, nació en la Habana en 1853 en el seno de una familia española y consagró su vida al estudio, a la poesia y a la lucha por la independencia de su patria. 

Su pensamiento estaba impregnado de ética liberal mezclada con el humanismo del que ha visto las calamidades de un pueblo sometido al dominio de una potencia imperialista. A pesar de que grandes comunistas cubanos como Fidel Castro han confesado que sus primeros pensamientos políticos vinieron de Martí, éste, no era marxista en ningún caso, aunque se le conocen algunas referencias positivas a Marx, siendo la mas famosa la siguiente (que resume toda su postura sobre el padre del socialismo científico).

“Como se puso del lado de los débiles, merece honor.”

La muerte de Martí se produjo siendo el aún joven, en una carga contra la caballería española, en 1895. Os dejamos con su poema "Odio el Mar".

Odio el mar, sólo hermoso cuando gime
Del barco domador bajo la hendente
Quilla, y como fantástico demonio,
De un manto negro colosal tapado,
Encórvase a los vientos de la noche
Ante el sublime vencedor que pasa:?
Y a la luz de los astros, encerrada
En globos de cristales, sobre el puente
Vuelve un hombre impasible la hoja a un libro.?

Odio el mar: vasto y llano, igual y frío
No cual la selva hojosa echa sus ramas
Como sus brazos, a apretar al triste
Que herido viene de los hombres duros
Y del bien de la vida desconfía;
No cual honrado luchador, en suelo
Firme y pecho seguro, al hombre aguarda
Sino en traidora arena y movediza,
Cual serpiente letal. ?También los mares,
El sol también, también Naturaleza
Para mover al hombre a las virtudes,
Franca ha de ser, y ha de vivir honrada.
Sin palmeras, sin flores, me parece
Siempre una tenebrosa alma desierta.

Que yo voy muerto, es claro: a nadie importa
Y ni siquiera a mí: pero por bella,
Ígnea, varia, inmortal, amo la vida.

Lo que me duele no es vivir: me duele
Vivir sin hacer bien. Mis penas amo,
Mis penas, mis escudos de nobleza.
No a la próvida vida haré culpable
De mi propio infortunio, ni el ajeno
Goce envenenaré con mis dolores.
Buena es la tierra, la existencia es santa.
Y en el mismo dolor, razones nuevas
Se hallan para vivir, y goce sumo,
Claro como una aurora y penetrante.
Mueran de un tiempo y de una vez los necios
Que porque el llanto de sus ojos surge
Más grande y más hermoso que los mares.

Odio el mar, muerto enorme, triste muerto
De torpes y glotonas criaturas
Odiosas habitado: se parecen
A los ojos del pez que de harto expira
Los del gañán de amor que en brazos tiembla
De la horrible mujer libidinosa:?
Vilo, y lo dije: ?algunos son cobardes,
Y lo que ven y lo que sienten callan:
Yo no: si hallo un infame al paso mío,
Dígole en lengua clara: ahí va un infame,
Y no, como hace el mar, escondo el pecho.
Ni mi sagrado verso nimio guardo
Para tejer rosarios a las damas
Y máscaras de honor a los ladrones:
Odio el mar, que sin cólera soporta
Sobre su lomo complaciente, el buque
Que entre música y flor trae a un tirano.




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