sábado, 31 de diciembre de 2011

La Revolución Alemana (1918-1919)

Pocas cosas hay tan determinantes en la historia como las revoluciones, lo hemos visto este mismo año en Libia, Túnez, Egipto…etc. No importan ahora las desviaciones o el resultado de las luchas, lo que nos interesa es el hecho en sí de la lucha, significa que el mundo se retuerce, que el pueblo agita las cadenas que le son impuestas. ¿Qué mayor expresión de democracia consciente puede hacer el pueblo que una revolución? Las elecciones burguesas no se le pueden comparar ni de lejos, son un circo. Los factores que conducen a los pueblos a alzarse de forma violenta contra los poseedores son diversos, pero todos se reducen a: mejora de la calidad de vida y reclamación de una democracia obrera. Las luchas son en parte relacionadas con ámbitos materiales (el grado de explotación, el hambre, una guerra, represión étnica o nacional…etc.) pero también con ámbitos políticos (supresión de las desigualdades, fin del teatro de la burguesía o de sus derivados, libre autodeterminación de los pueblos sometidos…etc.) Pero estos son solo los causantes, los detonantes inmediatos de una revolución. Para que además de surgir, esta revolución triunfe de forma clara ha de contar no solo con todos los factores materiales o políticos antes mencionados, sino con una organización de los revolucionarios. Es esencial el factor subjetivo, así nos lo ha enseñado la historia del movimiento obrero, incluso de las revoluciones burguesas. Durante la revolución francesa, los jacobinos mantuvieron posturas revolucionarias que conducían e incendiaban al pueblo (aunque estuviera defendiendo intereses de la clase burguesa). Aquí, en el papel de la organización, de la canalización de las masas, de su odio y de su disposición al combate, entra el Partido.

Casos hay muchos donde esta ecuación se torna realidad: la revolución española carecía de un liderazgo revolucionario contundente y fuerte, y veía como sus organizaciones se diseminaban y perecían en luchas internas. Como caso opuesto podemos encontrar el espejo ruso, al que siempre hay que mirar de vez en cuando, donde no solo había un partido que aglutinaba la vanguardia de la revolución (Bolcheviques) sino que existían verdaderos organismos obreros de representación (Soviets). Lenin consideraba estos Soviets la columna vertebral de la revolución, y así era también para Trotsky y para los obreros y soldados. Pero, a veces, la historia, como hemos visto en el caso español, da al descontento popular no solo golpes, sino mazazos y traiciones imperdonables. Me estoy refiriendo al caso de la revolución fallida de Alemania, donde se descubrió el papel reaccionario de la socialdemocracia y su postura de “conciliación de las clases”. Si las sanguijuelas traidoras del SPD y de otras organizaciones no hubieran actuado de forma chovinista y traidora, probablemente, el triunfo del Octubre ruso se hubiera llevado por delante a una de las tres mayores potencias industriales de Europa.

El origen social de la revolución (la guerra y el partido):

Los orígenes sociales de la revolución fallida de Alemania, así como de la triunfante de Rusia, se han de buscar en la primera guerra mundial. Lenin calificó esta guerra como “imperialista, de rapiña” y estaba en lo cierto, puesto que no era más que una lucha que se veía venir en Europa por las competencias coloniales y la apertura y control de más mercados en África, Asia y Oriente Medio. Las potencias europeas inundaron a sus obreros con toneladas de basura nacionalista y chovinista, para hacerles creer que el enemigo era el más terrible forajido, mientras que su país era noble y justo. Se hacían alusiones racistas continuamente, sin ninguna clase de fundamento, y se incentivaba al odio al alemán, al inglés, al francés…etc. Las ciudades y barrios de trabajadores se llenaban de carteles preguntando “¿Qué haces tú por ganar la guerra?”. El nacionalismo imperante se impuso a las llamadas de los obreros conscientes que clamaban en contra de la guerra, denunciando su carácter capitalista. No surtió efecto, y millones de hombres, unos 70 millones, fueron movilizados para luchar. El nacionalismo venció al internacionalismo.

La socialdemocracia europea antes de la Gran Guerra tenía un protagonista: el SPD. El partido socialista alemán (de ideología marxista-revisionista), sobretodo con el programa de Gotha (criticado por Marx), contaba con 12 millones de votos y los sindicatos del país contaban también por millones sus afiliados. Esta situación era muy propicia para una situación revolucionaria, pues, teóricamente, el obrero alemán estaba organizado. No obstante, todo partido obrero que se precie debe de pensar que su participación en las instituciones burguesas parlamentarias es un “medio” y no un “fin”. El hecho de que se luche en parlamentos burgueses es únicamente porqué, estos, proporcionan medios a los partidos obreros para divulgar su mensaje y propagar la conciencia de clase desde el parlamento. Así lo veo yo, no tiene sentido la lucha parlamentaria de un partido comunista con el objetivo de ser elegido como partido de gobierno. Si llegase la situación en la que un partido comunista obtuviera apoyo real para ganar unas elecciones burguesas, esto significaría dos cosas: o que este partido ha abandonado el comunismo, o que este partido no ha aprovechado la correlación ventajosa de fuerzas para la toma revolucionaria del poder. El obrero no puede ser desalojado del poder una vez lo ha tomado de forma revolucionaria, a menos que se le ataque desde fuera, o que se corrompa desde dentro.

Los que estaban llamados a tomar las armas:

Karl Marx dice en el Manifiesto: "De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar". Esto significa que los que llevan a cabo la revolución, almenos su papel dirigente, han de ser las masas obreras, organizadas en su vanguardia. Para que haya obreros ha de haber desarrollo industrial en una nación. ¿Era el caso en Alemania? El auge del capitalismo industrial en Alemania durante el siglo XIX fue muy rápido aunque quizá un poco más tardío o renqueante que el británico. En 1820 las minas y cuencas del Ruhr, Sarre y otras producían casi un millón de toneladas de carbón, apenas 30 años después, seis millones de toneladas. Si aumenta la producción, aumentan aquellos que la producen, es decir, los proletarios. Casi dos tercios de la población vivía en las ciudades hasta 1910, esto es, el país tenía una masa de obreros industriales considerable.

La conciencia de clase de los obreros va muy ligada a la seguridad que tengan en su trabajo, a su grado de posible asociación. Esto es algo que vemos a diario. Un país donde predomina la pequeña empresa, tiene a obreros mas fraccionados, con menos fuerza y conciencia de clase. La gran industria favorece (no siempre) la organización de los obreros. La concentración industrial en Alemania se daba de una forma galopante, cosa que explica perfectamente el grado de implicación de los trabajadores en sus organizaciones políticas. En 1882 las pequeñas industrias y empresas de Alemania eran unas 2.175.000 mientras que las medianas (de 6 a 50 obreros) suponían 85.050. Con el avance industrial, vemos como la tendencia a la concentración empresarial va en aumento: en 1907 las industrias pequeñas eran 1.879.000, y las medianas eran 187.075. Es decir, en 25 años las industrias pequeñas descendieron en un -13.6%, mientras que las medianas aumentaron en un 119.88%.

Apreciación previa sobre el papel del SPD:

Hemos visto que el origen inmediato de la revolución se puede buscar en la Gran Guerra, hemos visto que el partido natural de los trabajadores (almenos eso creían ellos) era el SPD y hemos visto que el número de obreros en Alemania creció fuertemente durante aquellos años. Pero antes de entrar en los hechos de 1918 hay que hacer una especial mención al error que cometieron los obreros alemanes al confiar el destino de la revuelta en el SPD. ¿Podían los obreros y soldados de Alemania haber intuido el papel reaccionario y chovinista de los “socialistas alemanes”? Sí. Lo que ocurre es que quizá no podían concebir una traición tan grande de sus aliados y representantes naturales. ¿Por qué llamamos traidores a los miembros de aquel SPD? Por su papel chovinista al votar favorablemente a los créditos de guerra (con la gloriosa excepción de Karl Liebknecht en 1914). La postura de los dirigentes obreros ante la inminente guerra debía ser la seguida por el ala izquierda del SPD (Rosa Luxemburgo) que hacía llamamientos a boicotear el conflicto. Sin embargo acabaron triunfando las tesis de “no abandonar a la patria” y se llegaron a hacer llamamientos a los obreros para que depusieran sus reivindicaciones ante la tarea del esfuerzo bélico. La burocracia del SPD tenía miedo de perder sus poltronas si decidían boicotear la guerra, así que para conservarlas traicionaron a toda la clase obrera que representaban.

Entonces, el asunto era este, una guerra imperialista incipiente, con el apoyo de la burocracia del SPD y con el descontento de los obreros, soldados y marinos en aumento. Esta situación desesperada culminó en 1918 con la revolución que nos ocupa, y que tuvo como consecuencia la abdicación del Káiser (“puño de hierro”) y la implantación de la República de Weimar (si, ese periodo donde una barra de pan valía millones de marcos).

Los hechos:

La guerra se estaba volviendo una pesadilla para Alemania, atrapada entre dos frentes europeos y con sus aliados estorbando más que ayudando. La imposibilidad de mantener dos frentes intactos a tanta distancia hacia desangrarse a millones de obreros alemanes en las trincheras y también en la mar. Al final de la guerra, el ejército y el gobierno sabían que tendrían que rendirse e intentaron controlar a los obreros formando un gobierno con sus representantes del SPD. ¿Alguien imagina a Lenin entrando en el gobierno de Kerenski? Pues es lo que hicieron algunos señores como Scheidemann, al que Lenin se refiere como un socialchovinista: “los ejemplares del oportunismo durante décadas de desarrollo relativamente pacífico crearon la corriente de socialchovinismo imperante en los partidos socialistas oficiales del mundo entero (Plejánov, Pótresov, […] Scheidemann, Legien, David y otros en Alemania)”.

Estos movimientos de conciliación con las masas no sirvieron de nada, pues los marinos de Kiel se amotinaron al ser llamados a una ofensiva contra la armada británica a finales de 1918. Esta ofensiva naval, se debía a que el mando imperial quería por todos los medios equilibrar las fuerzas ante el advenimiento del armisticio, y poder así negociar en mejores condiciones el posterior Tratado de Versalles, que se firmaría el año 1919. Los marinos no estaban dispuestos a sacrificar sus vidas inútilmente para que los pasteleros de Europa se repartieran su botín, así que se rebelaron con fiereza contra su mando. Estos soldados tenían el reciente espejo de sus camaradas de Rusia, los famosos marinos de Kronstandt (que aunque fueron erróneamente reprimidos con posterioridad) aterrorizaron a sus oficiales un año antes.

El 29 de Octubre los marineros de tres barcos de la armada se negaron a hacerse al mar, desobedeciendo al mando central y a sus propios oficiales. Rápidamente los oficiales fueron arrestados y se extendió la revuelta por las tropas de infantería que había en tierra, además de los marinos que estaban en la reserva o de permiso. Este primer envite es sofocado y se detiene a casi mil marineros, declarándose contra ellos un proceso de guerra. Dos días más tarde, se produce una nueva revuelta, al intentar una delegación de compañeros protestar por el encarcelamiento y enjuiciamiento de los de Kiel. La diferencia es que esta vez no solo son soldados y marinos los que se unen al motín, sino trabajadores portuarios y obreros de la ciudad que se manifiestan masivamente por las calles. Esta manifestación es reventada por provocadores del ejército que tenían orden de disparar a matar y que acabaron con 9 personas. Definitivamente, la torpeza del mando alemán era inmensa al dar oxígeno a la revuelta con estas actitudes, hubiera sido más inteligente dejar que se ahogara por si sola o postergar la ofensiva para calmar los ánimos.

El día 4 de Noviembre entró en escena el SPD, que veía como lo que empezó como una protesta mas (ya había habido algunas) se estaba convirtiendo en una rebelión que amenazaba con llevarse el capitalismo por delante. El parlamentario Noske (miembro del gobierno de coalición que formaba el SPD con los reaccionarios) se apresuró a acudir al lugar de la rebelión y apaciguar a los obreros y soldados, que tenían el control efectivo de la ciudad y de las instalaciones militares y civiles. El fariseo de Noske consiguió engañar al Consejo de Obreros y Soldados (homólogo alemán del Comité Militar Revolucionario bolchevique) y reconducir la rebelión, dicho traidor, Noske, fue elegido gobernador de Kiel.

Las grandes ciudades del oeste de Alemania eran un bullicio, se llenaron de gente y de obreros y soldados tomando ayuntamientos y aterrorizando a burgueses y oficiales. El gobierno del príncipe Maximiliano (que formaba gobierno con el SPD) acabó por reconocer que aquello era una revolución en toda su magnitud y acabó nombrando al partido socialista alemán, concretamente a Fridrich Ebert, canciller. Aquí hemos de suponer, que el mandatario del SPD tenía clara su función, aparentar ante los insurrectos que su gobierno ya estaba ahí, y que debían deponer las armas y volver al orden. ¿Alguien imagina a Trotsky o a Kajurov recibir el poder de Kerenski en octubre y llamar al orden capitalista? Pues es lo que hicieron las hienas del SPD. La diferencia entre los bolcheviques y los socialistas alemanes es que los primeros sabían lo que era el exilio, la tortura y la persecución continuada, vivían en los barrios con los obreros, los segundos tenían sus puestos bien retribuidos en el parlamento.

El 9 de Noviembre, a regañadientes, el Káiser Guillermo se ve obligado a dimitir y después de algunas batidas por el control del ejército el SPD convence a las unidades de que se alíen con ellos, con el “gobierno obrero”. Los “soviets alemanes” eligen mayoritariamente a delegados y representantes del SPD, sobretodo los Consejos del ejército. El gobierno del SPD llamaba a unas elecciones democráticas en Enero en vez de clamar por la instauración de una república socialista. Si en ese mismo momento el SPD hubiese llamado a la toma del poder, los obreros y soldados de toda Alemania les hubieran seguido (en el Congreso Nacional de Consejos obtuvieron 344 votos contra 98). Aún así, los partidos y obreros a la izquierda del SPD no se negaban a aceptar la derrota de una revolución que habían comenzado ellos. Las manifestaciones se sucedían, ya no en contra de la guerra, sino contra el gobierno traidor socialista de Ebert. Muchas de estas manifestaciones fueron reprimidas con balazos por orden del gobierno y el pueblo veía como la careta de los socialpatriotas se caía y se hacía añicos en el suelo. Se dieron cuenta demasiado tarde.

En algunas pancartas de las manifestaciones se leía: "Acusamos a Ebert, Landsberg y Scheidemann de ser los asesinos de los marineros". A finales de 1918 se funda el Partido Comunista de Alemania y el día 5 de Enero de 1919 empieza el intento desesperado de la toma del poder. Rosa Luxemburgo no apoyó esta tentativa por considerarla precipitada, pero tal vez, si hubieran esperado mas, el gobierno hubiera destruido los Consejos (que no apoyaba desde el principio). La revolución se llevó a cabo con las dudas de gran parte de los soldados y las vacilaciones del Comité Militar Revolucionario recién creado, esto posibilitó al gobierno la acción de los días 9, 10, 11 y 12 de Enero, donde una a una, las posiciones revolucionarias son tomadas por los leales al gobierno. Posteriormente empieza la depuración y la contrarrevolución que acabará con la vida de muchos obreros y soldados revolucionarios, y también el día 15 de Enero con Rosa Luxemburgo y Karl Liebnecht. Se rumorea que Ebert y Noske conocían que las unidades de choque de Berlín estaban buscando con ánimo de asesinar a estos dos dirigentes, y que aún así no se opusieron.

Así terminó la revolución de Alemania, que había empezado con los obreros aupando al poder a los traidores del SPD, y que había terminado con estos, fusilando a los obreros. La burguesía aplaudía con las orejas las masacres que se cometían en Berlín contra los miembros del KPD (partido comunista alemán) o contra cualquier revolucionario. Para ellos era la liberación, el alivio de que su país no seguiría el camino ruso, puesto que si así hubiera sido, no les hubieran quedado orejas con que aplaudir.

Trotsky y Lenin subordinaron el triunfo definitivo del socialismo en Rusia con la extensión de la revolución por Europa (especialmente en Alemania se tenían las esperanzas puestas). Lenin declaraba: “la revolución rusa puede triunfar por sí misma, pero sólo con sus propias fuerzas le es imposible conseguir y consolidar sus conquistas. No puede conseguirlo a menos que triunfe una revolución socialista en Occidente.” Trotsky proclama en su libro “La Revolución Traicionada”: Es indudable que si la revolución social hubiese triunfado en Alemania -y la socialdemocracia fue lo único que impidió este triunfo- el desarrollo económico de la URSS, así como el de Alemania, hubiera proseguido a pasos de gigante, de tal modo que los destinos de Europa y del mundo entero se presentarían actualmente bajo un aspecto completamente favorable.”

Si los obreros y soldados alemanes hubieran triunfado en su día, hubiéramos cambiado el mundo.

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